lunes, 22 de febrero de 2016

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!


Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mí pecador.



El pasado Viernes, y tras la jornada jubilosa de romería con Ntra. Sra. de la Fuensanta del día anterior, era momento de volver al recogimiento de la Cuaresma. Si por algo se caracteriza este tiempo litúrgico, a parte del ayuno y la abstinencia, es el rezo piadoso del VIA CRUCIS. El acompañar a Cristo en su subida al monte calvario meditando cada estación, es una costumbre del pueblo cristiano que quiere y que necesita meditar la Pasión de su Señor. 

En esta ocasión, el Viernes II de Cuaresma, y como si por un momento se recuperase la perdida estación de penitencia por el interior de las naves de la S. I. Catedral, concurrió el multitudinario Via Crucis que por tercer año consecutivo organizaba el Cabildo Superior de Cofradías de la ciudad de Murcia. En este año de la Misericordía que ha promulgado su Santidad el Papa Francisco, la imagen que presidía el Via Crucis correspondió al Stmo. Cristo de la Misericordía de la Parroquía de San Miguel. 

A las 20.15 se iniciaba el cortejo que desde la Parroquia de San Miguel debía de llevar al Cristo al principal templo de la ciudad. Formaban el cortejo cirios y faroles portados por miembros de las diferentes cofradías, que antecedían a un cuerpo de acólitos que entre ciriales y el aroma del incienso acompañaban al crucificado. 

Ya en la catedral y tras la oportuna recepción, dió comienzo el rezo del Via Crucis, el acompañamiento musical corrió a cargo de la Coral Discantus que solemnizó el acto. Durante el piadoso ejercicio, la misericordiosa imagen fue portada por miembros del cuerpo de la Guardía Civil. El rezo fue transcurriendo por las 14 estaciones, más la meditación de la resurrección de Cristo, siempre bajo la mirada de Ntra. Sra. de la Fuensanta desde su camarín en la catedral.

El acto terminó con el regreso del Cristo de la Misericordía al templo de San Miguel. Aunque no pudimos asistir a la entrada del crucificado, seguramente sería muy solemnemente.`

 
 























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